Mons. Camilo Daniel Pérez.
Ante todo, deberemos congratularnos por la copiosa votación que se dio en estas elecciones, llegando a superar el 50% del electorado. Indudablemente que este hecho puede tener varias lecturas. He aquí algunas de ellas:
1.- En estas votaciones no estaba en juego la prevalencia de un partido sobre otro. Se trataba de darle un mentís, de darle la espalda a la corrupción e impunidad, pues estos dos males, al parecer, se habían hecho un estilo de vida, se habían enquistado por medio de un pacto inmoral y cínico entre los políticos, incluyendo a la delincuencia organizada. Engolosinados en el poder no midieron lo reprobable de sus actos. El poder, si hay debilidad de espíritu, vuelve nebulosas las conciencias y hace que se pierda la sensatez y cordura.
2.- Por ello, es explicable y, además, loable que la ciudadanía se haya manifestado tan profusa y contundentemente buscando un cambio en la vida política del Estado y haya planteado un anhelo de cambio para todo el País. En estas elecciones no ganó un partido, ni siquiera un candidato. Ganó la ciudadanía que simplemente vio en determinados partidos y en determinados candidatos la posibilidad de un cambio en la política. El planteamiento de fondo es de carácter moral y ético. Queremos una democracia republicana que le dé su lugar a los tres poderes, una participación ciudadana que se tome en cuenta en las políticas públicas. Queremos transparencia y honestidad en el uso de los recursos públicos, siempre orientado al Bien Común. Que tengamos espacios para construir la paz y reconstruir el tejido social tan lastimado y que se puedan restañar las heridas de tantas familias tan dolorosamente heridas por la violencia.
3.- Quienes no hayan entendido este mensaje y el manifiesto ciudadano en estas elecciones en las que mucha gente se despojó de ideologías y cuestiones partidistas para hacer evidente sus aspiraciones más nobles y legítimas, se seguirá preguntando “dónde nos comieron el mandado”, en qué momento “nos cometieron fraude que ni nos dimos cuenta”. Simplemente seguirán con la mente embotada pensando que los demás actuaron como ellos saben que es la costumbre hacerlo. A todos ellos seguramente les sorprendió y no acaban de asimilar que los ciudadanos hayamos expresado, algunos incluso a pesar de amenazas, nuestra voluntad de un cambio verdadero; sin embargo, como en este mundo de corrupción y de la sospecha, todo es posible, ¿No podría caber la maquiavélica posibilidad de haber “embarazado” urnas en el momento postelectoral por los mismos que se quejan de fraude? ¿No ha sucedido que se “siembra” marihuana para crear culpables? Bueno, es que “la mula no era arisca, la hacen.” Para este tipo de cosas, los mexicanos nos pintamos solos.
4.- Como yo estoy convencido de que todos podemos ser redimidos, invito a los que aún siguen pensando en supuestos fraudes o que, por inercia, se dejan llevar por esta idea, a que honestamente recapaciten y se incorporen al anhelo tan claramente manifestado en las urnas por el Pueblo de Chihuahua, un pueblo noble, sincero y que anhela mejores cosas para la generación presente y las futuras. Esto sería lo más sano para todos y la mejor preparación de los diversos partidos para la contienda presidencial. Que Dios nos ayude a todos, gobernantes y gobernados, a reconstruir nuestra Patria chica de Chihuahua y seamos ejemplo, en ello, para la Patria grande de nuestro querido México.
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