Foto: cortesía
Por: Javier Ávila Aguirre, S. J.
Me sorprende la ausencia de los
doctores de la ley, de los tantos sabios y peritos que en estos días han saltado
a la palestra, cuando el prófugo de la justicia César Horacio Duarte Jáquez
violentó de manera tan descarada y flagrante el “Estado laical”. Con una mano
saqueaba el Estado y con la otra lo consagraba al Sagrado Corazón de Jesús. ¿Estarían
con la cabeza inclinada esperando la gracia divina y secundando el delito? ¿Estarían
gestionando en el extranjero una residencia para el señor? Tal vez, y por esa
razón no se dieron cuenta de tamaño sacrilegio que convirtió al autor en un
delincuente con todos los elementos no sólo para ser procesado sino para ser
destituido como máxima autoridad del Estado. ¿Eso no violentó el “Estado
laico”? ¡Qué descaro! Quienes aceptaron y callaron este hecho, quienes con su
presencia lo avalaron, quienes bajaron la cabeza y aplaudieron, se convirtieron
en cómplices de un delincuente. ¿Por qué razón no se rasgaron las vestiduras entonces?
¿A quién le tuvieron miedo? ¿Por qué callaron?
“Veritas liberabit vos” (consulten
Google por si no saben la traducción).
Si yo violentara el “Estado laico”
aceptaría que se me aplicara la ley, a diferencia de quien sí lo hizo y no fue
“tocado ni con el pétalo de una rosa…”
Antes de ser sacerdote soy ciudadano;
primero fui ciudadano y luego sacerdote, y esta opción personal en ningún
momento me quita mi ciudadanía, misma que es patente con mi pasaporte y con mi
credencial de elector, documentos ambos otorgados a mi persona por el estado
mexicano.
El "Estado laico" se
violenta, el “Estado laico” se rompe cuando actúo como ministro de una iglesia,
cuando actúo en mi carácter sacerdotal, cuando hago proselitismo dentro de unas
oficinas de gobierno, cuando celebro un rito religioso en esos espacios; pero
no cuando actúo como cualquier ciudadano, defendiendo los derechos de las
personas, atendiendo a víctimas del delito.
Si mi sola presencia violentara el
"Estado laico" no podría entonces entrar a ninguna oficina de
gobierno, se me prohibiría hablar con las autoridades gubernamentales, las
puertas del palacio de gobierno estarían cerradas para mí, no me podría sentar
a la mesa con ningún funcionario público. Les informo que un presidente de la
República me convocó junto con otro grupo de sacerdotes a Los Pinos para
dialogar un conflicto nacional. ¿Ese personaje rompió el "estado
laico"? ¿Sacarían de palacio de gobierno las imágenes del cura Hidalgo, de
Guadalupe Victoria?
¡Cuidado con saludar a un cura porque
se contamina su "pureza laical"! Habría que poner a la entrada del
palacio de gobierno y a la entrada de cualquier oficina gubernamental un
letrero que diga: “Se prohíbe la entrada a cualquier ministro del culto”.
¡Ridículo! ¿De dónde les vendrán tantos traumas a estas personas que temen
perder su “laicidad”? ¿Por qué no descaran más sus fobias?
¿Mi sola presencia rompe y violenta el
"Estado laico"? Les invito a que se quiten la sotana
que se han puesto en los ojos y se aventuren a sumarse para construir un país
más digno y un estado más grande.
Recientemente leí que “el futuro
demanda que cada quien asumamos una responsabilidad cada vez más amplia en
medio de una tierra demasiado parcelada. Caduca para siempre aquello de
“¡Sálvese quien pueda!”… que hizo insostenible la vida, que nos colocó al borde
del abismo colectivo. La diabólica deriva de pensar sólo en primera persona ha
puesto en cuestión el futuro del planeta y de la humanidad. Toca ahora ensayar
lo nunca probado a gran escala: anteponer los intereses colectivos a los
personales, pensar en el beneficio de la comunidad antes que en el propio. Ya
no vivir sólo para nosotros y los nuestros, sino convertirnos cada quien en
guardianes del otro, en custodios de la comunidad global.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario